Mío, mío, mío:
el lento comercio de la voluntad
sonríe sin prisa
conforma cualquier intriga,
satisface cualquier oído
su palabra calculada, pesada para
el cliente preciso.
Y no llega a comprar vaya a saber
qué interés.
Y ella sonríe, satisfecha
hasta que llegue otro momento
(Época de saldos terminada).
La palabra ya no tiene valor de
cambio
y pesa solo su propio peso
una nada de aire iracundo
un aire insatisfecho siempre.
La intransferible caricia
infértil de tus labios no llega al placer.
Ya está muerto tu pasado, y con
él, todo el futuro:
no habrá oído de terciopelo sin
puño cerrado
y los cráneos pelados y áridos
ya no escuchan
ya no pueden con tus mentiras
mías, mías, mías.