lunes, 16 de diciembre de 2013

Nada


Con el alma desfondada,
Sin un antes, sin un luego,
Apagada la sagrada
Locura de ser el fuego.

Víctima de la marea
Se pasea en mí la Nada,
Débil muerte que saquea
O caricia silenciada.

No queda odio ni rencor.
Y ni hay pena ni hay castigo.
No queda canto ni hay amor
A la hora de estar contigo.

El corazón es ciego
Y no hay muda esperanza.
Triste, yo ya nada niego
Y dejo caer mi lanza.

Cuando no hay más palabra
Para definirse alma
Uno deja que el llanto abra
Tumbas de muertos en calma.

Y se piensa y no se siente
Y sin llanto ni consuelo
El espejo también miente
Otro infierno y otro cielo.

Por las tardes soy puñal,
Por las noches soy espera
De aquella duda final: 
Ser rostro o ser calavera.

domingo, 1 de diciembre de 2013

DOS VECES DIGO MÍO



El maquillaje nos encierra en la escena. Pero las arrugas nos las vemos en el espejo del camerín.

Te dejás, te resistís, luchás, fingís. Y te dormís y pensás. Y no debiste venir a mí.

Un lunar junto a tus labios cerrados. Y yo que no sé de Morse más que de tus manos.

No se computan las penas, se ejercen y se olvidan.

Adivino tu rostro en la lluvia. Humedad del recuerdo caído. Después la alcantarilla.

Devorarse las entrañas para morir es a veces la mejor manera de regresar a uno mismo.    

Mi imagen en la lluvia y yo decantado en un charco. Es como para morirse de tormenta.

Cuántas ganas y qué pocas fuerzas. Pero cuántas ganas.

Verse, caerse, dejarse, morirse. Estarse y pudrirse.

Seca tu vida y cuélgala en la sala. Mírala y reconócete. Y cuando llegue la noche, si aún tienes ganas, llora.     

Amor, si supieras quién soy, no serías amor.

Golpes desde el centro y hasta el límite. Golpes. Eso es mi corazón.

En este hogar me quemo y soy cenizas. Prefiero los campos sin techos, prefiero tus brazos sin hierros.

Te hace fuerte esa sonrisa de entre copas, cuando dejas de ser y todavía no eres.

Siento que te acercas, como la muerte, en silencio y sospechosa.

¿Acaso bebes para olvidar, para juntar valor, o sólo por ser bella?

Uno deja el alma en el límite de la ciudad y se va siendo fantasma, ¿o es nuestro fantasma el que se queda?

Sobran tantas cosas y nunca alcanzan para alcanzarte.

Esta semana seré Dios. Y tal vez, al final, todavía descanse un día.

Se me cayó del pie una huella al piso. Como una palabra en un verso.

Entre beso y copa cómo se aceleran las horas antes de la muerte.
 
La vela se quemaba dejando caer gotas de tristeza que se endurecían sobre tu piel.

Nunca se deja mostrar ese lunar que pica bajo la máscara.

No hay en mí fuegos para ti. Cuando se agota la noche las almas no amanecen nunca.

Nacer como la primera vez, y como la primera vez, llorar y conformarse con sólo respirar.

Alma, tan triste y tan mía, alma, tan sombra, alma ¿cómo hago para seguirte?