Soy
yo, señor comisario. No, no, espere. No se apure. No le tema a este frío, a
este viento, sólo soy yo, soy el del tiro en la cabeza. No huya de mí, me
cuesta seguirlo sin mis piernas.
Deténgase,
eso es. Necesito hablar con usted. Tengo tantas preguntas. No sé lo que pasó.
No lo recuerdo. No sé quién fui antes de aquel dolor en la cabeza primero, en
la espalda después, en el alma desde entonces. ¡Compréndame!, necesito saber.
Me duele no saber.
¿Quién
era yo? ¿Fui un buen tipo? ¿Quiénes fueron mis amigos? ¿Y esa rubia que me fue
a ver...? Dígame quién carajo fui.
Yo
me imagino trabajando en una oficina o de traductor de ruso. Me gustaría haber
tenido una biblioteca y una pipa y en la biblioteca libros y muchos
portarretratos pequeños con la imagen helada de las personas que me querían,
los lugares, los momentos, esas cosas que ahora no tengo, y en un
portarretratos grande la cara de la rubia mirándome eterna. Ella, junto a los
libros, por encima de las caras y los lugares y los tiempos.
Pero
señor comisario, no tiemble. No diga esa palabra. Fantasma. Suena demasiado
importante, digamos que soy sólo el del tiro en la cabeza. Cómo dice que me
llamaba... Ah, está bien. Nunca lo hubiera pensado. No es un feo nombre. Y
usted, ¿cómo se llama? ¿No le importa si le sigo llamando simplemente señor
comisario? Es usted muy amable. Necesitaba hablar con
alguien.
Sí, la rubia, pero le dio un ataque y gritó y lloró y se tiró de
los pelos hasta arrancarse sangre de los ojos. Sufrió mucho, no quiero
lastimarla con mi imagen. ¿Sabe que me parece que la quiero? Pero no sé todavía
quién es. Yo sólo sé que soy el del tiro en la cabeza.
¿Qué dice? ¿Que fui escritor? Eso sí que es bueno, qué vergüenza.
¡Por todos los cielos, en vez de trabajar como la gente! Pero, entonces sí
tenía una biblioteca, eso está bien. Ah, era un mal escritor. Bueno, esa es su
opinión y usted no ha leído todos mis libros. Ah, escribí uno solo. Pero ese
libro, sépalo usted, es mi vida. No recuerdo de qué se trataba. Ah, eso es
horrible, realmente no puedo haber escrito algo tan cursi,¡por Dios! Tiene
razón, el tiro en la cabeza debo habérmelo pegado yo por escribir tan mal.
¿Que no? ¿Que no fue suicidio? ¿Entonces?¡Pero, es cierto! ¡Había
una carta en mi bolsillo! Ah, de la rubia... ¿Advertirme de qué? ¿Que me
cuidara de quién? ¿Y entonces ella estaba saliendo también con ese tipo? ¡Pero
ella salía antes conmigo! Bonita, si me parece estar viéndola, tan pálida,
llorando, sufriendo por verme. Se debe sentir algo culpable... Si yo le
explicara. No, tiene razón, mejor así, irse y se acabó. Pero la voy a extrañar,
sonriéndome desde el portarretratos. Quisiera llorar, usted ve, pero no tengo
lágrimas.
¿Y usted sabe quién fue el tipo? No se ponga así, que parece que
de repente se le ha venido el alma al piso. Está bien, fúmese otro cigarrillo,
pero contésteme. No, deje que suene el teléfono. Dígame quién fue. Necesito
saberlo. Es como saber quién fui. Sí, tiene razón. Quizás sea mejor dejar todo
como un suicidio, por ella, como dice usted, para que no sufra más. Quizás
todavía pueda ser feliz con ese tipo. Bué, lo dejo. Atienda el teléfono que
puede ser importante. Si llega a ser ella dígale que la amo. Que la amé. Que no
sé qué fue de la foto de ella. Yo ya me voy y lo dejo. A propósito, ¿de quién
es esa foto que tiene sobre su escritorio?
Ah, ya entiendo, conteste el teléfono y tranquilícese, que ella no
sospeche, yo ya me iba.