Con el alma desfondada,
Sin un antes, sin un luego,
Apagada la sagrada
Locura de ser el fuego.
Víctima de la marea
Se pasea en mí la Nada,
O caricia silenciada.
No queda odio ni rencor.
Y ni hay pena ni hay castigo.
No queda canto ni hay amor
A la hora de estar contigo.
El corazón es ciego
Y no hay muda esperanza.
Triste, yo ya nada niego
Y dejo caer mi lanza.
Cuando no hay más palabra
Para definirse alma
Uno deja que el llanto abra
Tumbas de muertos en calma.
Y se piensa y no se siente
Y sin llanto ni consuelo
El espejo también miente
Otro infierno y otro cielo.
Por las tardes soy puñal,
Por las noches soy espera
De aquella duda final:
Ser rostro o ser calavera.
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