sábado, 28 de junio de 2014

Había una vez... (desfile literario) II

No vale la pena en realidad tanto exilio.

Che, me decía en esa época, qué esperás para venir conmigo. Y yo la dejaba ir con esa vieja mala costumbre de Eva que la llenó de telas, que la hacían sentir proscripta en tanto paraíso. Es que tenía esos aires de etérea y no iba a ser yo el que la desmintiera.

Se había acostumbrado a estar yéndose.

Mirá, le dije una vez, si te cansás de todo eso podés venir a buscarme. Parece que nunca se cansó o no la convenció este otro ostracismo. No sé qué fue después de ella. Las calles la digirieron o se fue tan lejos que se hizo invisible. Sí sé que desde la última vez que estuvo acá, está cada vez más presente. Que su retiro no me abandonó. Que la seguí aunque me quedé.


De dónde estarás yéndote ahora que te extrañó. A quién dejarás en noches como estas en las que me pregunto si vale la pena en realidad tanto exilio.

sábado, 21 de junio de 2014

Había una vez... (desfile literario)

Adicta a la tierra y al aire, y sin la prisa bruta esa, la de tantas otras muertes, ella se dejó crecer de semilla llena pura. No por costumbre, sino por convicción, respiró tranquila esta vez, una nueva vez. Repitió uno y otro los viejos ritos: apertura, nacimiento y cierre, la vieja rutina de dejarse ser para los demás solo un tallo en busca de la luz redentora. Y no había más que oscuridad.

A pura maña se calzó la vida a pesar de las tantas otras muertes, le faltaban dedos para contarlas. Su mala conducta, decían las viejas. A ella le sonreía saber esa envidia que de nada le servía más que de abono.
 
Método y estilo, se decía. Sin pensamiento ni querencia mostraba su hábito. El truco no era más que ser  espejo.

Tanto otoño la dejó emboscada detrás de cualquier remordimiento. La lluvia la mojó una noche. Se hizo por fin ella misma. Se cansó de todo. Mirala vos, dijeron entonces las viejas, se llenó de flores la pendeja. Y en realidad, cansada, se había disfrazado de tumba y ya no respiró una nueva vez.