“C´est
une revolution contre
le hasard”
Paul Claudel
De vez en cuando me llegan invitaciones para traducir mis libros. Si don
Blas hubiera sabido que las historias que me refería durante las tardes en las
plazas cuando yo interrumpía sus lecciones, tendrían semejante éxito,
seguramente me hubiera echado de su presencia tirándome el libro más pesado que
tuviera a mano.
El pedido más extraño me lo hizo Andrés Folozza, que ya había traducido
varios de mis libros al italiano, al rumano y al francés. Me ofreció traducir
al castellano mi libro “Reluctaciones de mis fracasos” (libro que él mismo ha
traducido a cuatro idiomas). Yo le pregunté si lo haría directamente del
original. Él prometió hacerlo así, pero consultando las versiones romances y la
del griego coiné que él mismo había realizado para lograr un paralaje adecuado,
sometiendo a mi arbitrio sus avances.
Al principio dudé de la conveniencia de entablar una traducción al mismo
idioma del original. Si una traducción atenta contra la lógica presentando
llamativas paradojas, este proyecto superaba cualquier otra contradicción
ofreciendo nuevos desafíos a la teoría de la traducción.
Folozza me aclaró que no pretendía alterar ni el cronolecto ni el
sociolecto de mi trabajo. Yo inquirí sobre los cambios que podrían producirse
entre el original y la traducción y él me respondió que la existencia de
traducciones anteriores condicionaba a la nueva. Por otra parte, así como la
letra de una obra era definitiva una vez que el autor así lo disponía, una
traducción jamás podía serlo. Eso abría infinitas expectativas en el negocio
editorial en el idioma del autor.
Ese último argumento me convenció. Y aunque nadie ha emprendido otra
traducción al castellano de esa obra u otra obra mía, estoy conforme. Hasta
ahora la traducción se sigue vendiendo a ritmo sostenido, mientras que el
original apenas se sostiene en las estanterías gracias a algún curioso
comprador ocasional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario