martes, 6 de mayo de 2014

La traducción

“C´est une revolution contre
le hasard”
Paul Claudel



De vez en cuando me llegan invitaciones para traducir mis libros. Si don Blas hubiera sabido que las historias que me refería durante las tardes en las plazas cuando yo interrumpía sus lecciones, tendrían semejante éxito, seguramente me hubiera echado de su presencia tirándome el libro más pesado que tuviera a mano.
El pedido más extraño me lo hizo Andrés Folozza, que ya había traducido varios de mis libros al italiano, al rumano y al francés. Me ofreció traducir al castellano mi libro “Reluctaciones de mis fracasos” (libro que él mismo ha traducido a cuatro idiomas). Yo le pregunté si lo haría directamente del original. Él prometió hacerlo así, pero consultando las versiones romances y la del griego coiné que él mismo había realizado para lograr un paralaje adecuado, sometiendo a mi arbitrio sus avances.
Al principio dudé de la conveniencia de entablar una traducción al mismo idioma del original. Si una traducción atenta contra la lógica presentando llamativas paradojas, este proyecto superaba cualquier otra contradicción ofreciendo nuevos desafíos a la teoría de la traducción.
Folozza me aclaró que no pretendía alterar ni el cronolecto ni el sociolecto de mi trabajo. Yo inquirí sobre los cambios que podrían producirse entre el original y la traducción y él me respondió que la existencia de traducciones anteriores condicionaba a la nueva. Por otra parte, así como la letra de una obra era definitiva una vez que el autor así lo disponía, una traducción jamás podía serlo. Eso abría infinitas expectativas en el negocio editorial en el idioma del autor.
Ese último argumento me convenció. Y aunque nadie ha emprendido otra traducción al castellano de esa obra u otra obra mía, estoy conforme. Hasta ahora la traducción se sigue vendiendo a ritmo sostenido, mientras que el original apenas se sostiene en las estanterías gracias a algún curioso comprador ocasional.

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