martes, 6 de enero de 2015

UN CARACOL SIN HUESOS


Feo y fútil: cuello magro y cabello enmarañado, y una mancha de tinta: la baba de un caracol. Sin embargo alguna criatura lo había amado, llevándolo en brazos y en el corazón. Sino hubiera sido por ella la raza del mundo lo hubiera aplastado con el pie: un caracol sin huesos aplastado.”

James Joyce. Ulisses




 Así soy, corre la baba del caracol sobre el papel, se corre, se pega, no sirve y yo tampoco sirvo. Somos dos manchas sobre el suelo. Yo y mi baba. Y ella que me recoge y me lleva en sus brazos. Mordedura ancestral.
Qué piedad habré despertado. Qué inescrutable razón la mueve. Me arrastro por su cuello, su espalda, su rostro. La ensucio con lo que escribo. Ella igual vuelve siempre a mí. Tengo miedo a cansarla, a darle asco, tengo miedo de que un día me aplaste.
Pero ella vuelve constante.
Suave sirena su blusa y su palidez de su canto. No sabrá jamás cuánto tuvo que acercarse al suelo para llevarme hacia ella. Entona su canto epidérmico. Su piel seca se llena de baba. Su música es poesía, Venus del mar, amor de caracol.
Si no fuera por tu canto ya estaría aplastado. Me envuelvo y envuelvo sobre mí mismo. Me enrollo para buscarte la vuelta. Para saber cómo puedo hacer para amarte como me amás. Cuidarte como si fueras frágil. Tenerte en mis brazos como me tenés vos. Y me enrosco pensando.

A veces es mejor ser aplastado, pero prefiero dejar mi rastro sobre tu mano. Si dejo una plateada marca te mancharé lo suficiente como para poder andar sin cuidado. Sé que si te escribo la piel tendré finalmente la fuerza para aplastarme.

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