Feo y fútil: cuello magro y cabello enmarañado, y
una mancha de tinta: la baba de un caracol. Sin embargo alguna criatura lo
había amado, llevándolo en brazos y en el corazón. Sino hubiera sido por ella
la raza del mundo lo hubiera aplastado con el pie: un caracol sin huesos
aplastado.”
James Joyce. Ulisses
Así
soy, corre la baba del caracol sobre el papel, se corre, se pega, no sirve y yo
tampoco sirvo. Somos dos manchas sobre el suelo. Yo y mi baba. Y ella que me
recoge y me lleva en sus brazos. Mordedura ancestral.
Qué piedad habré despertado. Qué
inescrutable razón la mueve. Me arrastro por su cuello, su espalda, su rostro.
La ensucio con lo que escribo. Ella igual vuelve siempre a mí. Tengo miedo a
cansarla, a darle asco, tengo miedo de que un día me aplaste.
Pero ella vuelve constante.
Suave sirena su blusa y su palidez de
su canto. No sabrá jamás cuánto tuvo que acercarse al suelo para llevarme hacia
ella. Entona su canto epidérmico. Su piel seca se llena de baba. Su música es
poesía, Venus del mar, amor de caracol.
Si no fuera por tu canto ya estaría
aplastado. Me envuelvo y envuelvo sobre mí mismo. Me enrollo para buscarte la
vuelta. Para saber cómo puedo hacer para amarte como me amás. Cuidarte como si
fueras frágil. Tenerte en mis brazos como me tenés vos. Y me enrosco pensando.
A veces es mejor ser aplastado, pero
prefiero dejar mi rastro sobre tu mano. Si dejo una plateada marca te mancharé
lo suficiente como para poder andar sin cuidado. Sé que si te escribo la piel
tendré finalmente la fuerza para aplastarme.
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