jueves, 1 de enero de 2015

EL DEL TIRO EN LA CABEZA



Soy yo, señor comisario. No, no, espere. No se apure. No le tema a este frío, a este viento, sólo soy yo, soy el del tiro en la cabeza. No huya de mí, me cuesta seguirlo sin mis piernas.

Deténgase, eso es. Necesito hablar con usted. Tengo tantas preguntas. No sé lo que pasó. No lo recuerdo. No sé quién fui antes de aquel dolor en la cabeza primero, en la espalda después, en el alma desde entonces. ¡Compréndame!, necesito saber. Me duele no saber.

¿Quién era yo? ¿Fui un buen tipo? ¿Quiénes fueron mis amigos? ¿Y esa rubia que me fue a ver...? Dígame quién carajo fui.

Yo me imagino trabajando en una oficina o de traductor de ruso. Me gustaría haber tenido una biblioteca y una pipa y en la biblioteca libros y muchos portarretratos pequeños con la imagen helada de las personas que me querían, los lugares, los momentos, esas cosas que ahora no tengo, y en un portarretratos grande la cara de la rubia mirándome eterna. Ella, junto a los libros, por encima de las caras y los lugares y los tiempos.

Pero señor comisario, no tiemble. No diga esa palabra. Fantasma. Suena demasiado importante, digamos que soy sólo el del tiro en la cabeza. Cómo dice que me llamaba... Ah, está bien. Nunca lo hubiera pensado. No es un feo nombre. Y usted, ¿cómo se llama? ¿No le importa si le sigo llamando simplemente señor comisario? Es usted muy amable. Necesitaba hablar con alguien.

Sí, la rubia, pero le dio un ataque y gritó y lloró y se tiró de los pelos hasta arrancarse sangre de los ojos. Sufrió mucho, no quiero lastimarla con mi imagen. ¿Sabe que me parece que la quiero? Pero no sé todavía quién es. Yo sólo sé que soy el del tiro en la cabeza.

¿Qué dice? ¿Que fui escritor? Eso sí que es bueno, qué vergüenza. ¡Por todos los cielos, en vez de trabajar como la gente! Pero, entonces sí tenía una biblioteca, eso está bien. Ah, era un mal escritor. Bueno, esa es su opinión y usted no ha leído todos mis libros. Ah, escribí uno solo. Pero ese libro, sépalo usted, es mi vida. No recuerdo de qué se trataba. Ah, eso es horrible, realmente no puedo haber escrito algo tan cursi,¡por Dios! Tiene razón, el tiro en la cabeza debo habérmelo pegado yo por escribir tan mal.



¿Que no? ¿Que no fue suicidio? ¿Entonces?¡Pero, es cierto! ¡Había una carta en mi bolsillo! Ah, de la rubia... ¿Advertirme de qué? ¿Que me cuidara de quién? ¿Y entonces ella estaba saliendo también con ese tipo? ¡Pero ella salía antes conmigo! Bonita, si me parece estar viéndola, tan pálida, llorando, sufriendo por verme. Se debe sentir algo culpable... Si yo le explicara. No, tiene razón, mejor así, irse y se acabó. Pero la voy a extrañar, sonriéndome desde el portarretratos. Quisiera llorar, usted ve, pero no tengo lágrimas.

¿Y usted sabe quién fue el tipo? No se ponga así, que parece que de repente se le ha venido el alma al piso. Está bien, fúmese otro cigarrillo, pero contésteme. No, deje que suene el teléfono. Dígame quién fue. Necesito saberlo. Es como saber quién fui. Sí, tiene razón. Quizás sea mejor dejar todo como un suicidio, por ella, como dice usted, para que no sufra más. Quizás todavía pueda ser feliz con ese tipo. Bué, lo dejo. Atienda el teléfono que puede ser importante. Si llega a ser ella dígale que la amo. Que la amé. Que no sé qué fue de la foto de ella. Yo ya me voy y lo dejo. A propósito, ¿de quién es esa foto que tiene sobre su escritorio?


Ah, ya entiendo, conteste el teléfono y tranquilícese, que ella no sospeche, yo ya me iba.

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